29 de marzo de 2009

31 de marzo

Tras dormir una noche más en nuestro hotel en Tamel, AcmeGuestHouse, acompañados para dormirnos de Dire Straits y otras canciones que sonaban en los bares de alrededor, despertábamos de nuevo en la convulsa Kathmandú. Nuestro último día por el momento.

Hoy llegaban S y M, tras su largo viaje (un poco más corto que el nuestro) con escala en Qatar.Alguien de la recepción del hotel nos golpea la puerta. Nuestros amigos ya habían llegado y que estaban abajo esperando a que les dieran las llaves y estas cosas. Así que bajamos, y desayunamos todos juntos, té nepalí y unas tostadinas. Además nos dijeron que por fin teníamos libre la habitación que nos debían de haber dado el primer día y nos podíamos cambiar, el francés ya se había ido. Así que después de desayunar S y M subieron a su habitación a acomodarse un poquito, y nosotros nos cambiamos de habitación.

Después de esto nos fuimos un poquito de vuelta turística, esta vez nosotros hacíamos de “guías experimentados”, dando consejos y todo: “antes de salir a la calle, coged aire, no miréis hacia atrás y seguidnos, si os paráis oleran vuestro desconocimiento e intentarán venderos sus servicios...” (es una dramatización, pero al principio te sientes un poco así).

Bajamos hacia la plaza Hanuman Dohka, se hicieron los pases para poder ir todos los días que quisiéramos, y nosotros modificamos los nuestros (nos los habían hecho sólo hasta ese día, pero íbamos a volver a la ciudad a finales de mes, así que nos hacía falta alargarlo para que nos dejaran entrar cuando volviéramos).

Después de ver la plaza, lo cual lleva bastante tiempo, porque por muchas veces que vayas nunca acabas de verla... [inciso: espinita clavada en el corazón, haber visto la plaza a eso de las seis de la mañana, ya era de día, y fijo que no había tal hervidero de gente, tenía que ser una pasada, se nos ocurrió hacerlo el último día, pero la fiebre y dolor de varias cosas de E impidió que la visitaramos], les hicimos un tour similar al del día anterior, para que S y M conocieran esa parte de la ciudad, sin alejarnos tanto como el día anterior, ya que no pretendíamos llegar hasta el templo de los monos, eso lo dejaríamos para cuando volvieramos con los que nos esperaban en Pokhara.

Volvimos a comer al hotel, y después de comer y que ellos descansaran un poco, después de un viaje tan agotador empezar a recorrer un mundo desconocido sin haber dormido no es muy alentador por mucho que te lleven y te dejes llevar.

Por la tarde fuimos al banco al Himalaya Bank para que ellos cambiaran dinero “por lo legal”, como pone en la Lonely Planet, para que te den un papelito que te hace falta para cuando te vayas, porque sólo te volverán a cambiar a euros un porcentaje de todo el dinero que hayas cambiado tú durante tu estancia. Hicimos el cambio y cuando ya nos habíamos ido del banco nos dimos cuenta que habíamos ido allí a por el dichoso papel y nos habíamos marchado sin él. En fin...

E intentaba contactar con sus padres ya que tenía unas cuantas llamadas perdidas suyas y de un número desconocido, finalmente lo consiguió y no fue nada. Nunca más volvimos a cambiar al banco, el cambio te sale peor y sólo fuimos por el papel que no obtuvimos, y nunca tuvimos problema alguno. Nosotros volvimos al sitio donde habíamos cambiado el dinero el primer día, porque nos habían dado varios billetes de 1000 y sabíamos que estos billetes eran difíciles de cambiar por la montaña, y al día siguiente nos íbamos a Pokhara para empezar nuestra marcha por los Himalaya, así que necesitábamos billetes más pequeños. [Breve inciso para recordar que 1000 rupias nepalís son 10€]. Volvimos allí, y el señor que nos atendió la otra vez no estaba, pero no nos pusieron ninguna pega, le explicamos la situación y nos cambió los billetes grandes por otros más pequeños, a la luz de una tenue vela (como muchas tardes en que cortan la electricidad en Katmandú), lo que a unos europeos acostumbrados a tramitar las cosas de dinero en lugares amplios, relucientes y llenos de fluorescentes les puede resultar un poco chocante...

Pero todo salió bien, y sin problemas, es la buena fé de la gente la que hace que las cosas salgan bien y no las brillantes salas llenas de fluorescentes.

Tuvimos que pagar el hotel, y los billetes a Pokhara que nos los tramitaron los dueños del hotel, lo hicimos ese día porque al día siguiente madrugábamos para marcharnos a la ciudad de los lagos.

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