Ha pasado un año ya, un año desde que estábamos por aquellas tierras, cómo pasa el tiempo...y ya que teníamos esta entrada preparada, me ha parecido un buen momento para publicarla, precisamente hoy, ya que al darme cuenta de la fecha, he pensado... mmm hace un año estábamos yendo a Pokhara, ¡qué cosas!. Habíamos pensado hacer las entradas, de un modo neutral que no se notara si el que escribe la entrada de base es MA o soy yo, porque, hasta que no están completamente revisadas por los dos y los dos estamos de acuerdo, no se publica nada; pero bueno me vais a permitir tomarme la licencia de esta breve introducción, la entrada en sí, sigue el patrón de todas las demás.
Pájaros exóticos y ajetreo en las calles anunciaban un nuevo día en Kathmandú. Teníamos un largo viaje por delante.
Elegimos los autobuses-para-turistas, una alternativa un poco más cara pero sustancialmente más cómoda a los autobuses normales, en los que se enlataba el grueso de la población. Tenían aire acondicionado (ventiladores) y eran más cómodos, te asegurabas plaza, y no ibas a compartir sitio con una cabra. Así que a todos nos pareció mejor opción, a todos... bueno no a todos, MA hubiera ido con la cabra encantado, total ya había convivido con gallinas en hospitales al otro lado del charco. “Sabor popular”, suspiraba. Cómo cambiaría nuestra mentalidad en un mes: ¡con lo bien que se viaja en el techo! (pero esta es otra historia y deberá ser contada en otro momento). Al levantarnos E. fue al baño y vio la cucaracha más grande y bonita que había visto en su vida.
Con todo preparado nos fuimos hasta la estación. Nos esperaban 9 horas de viaje en autobús, para recorrer apenas 200 km. Entre otras cosas en el precio del bus de los turístas viene incluído un litro de agua, que nos dieron al llegar a la estación. También nos ofrecieron un té.
La salida de Kathmandú fue leeennntaaaaa, mucho tráfico, peor que salir de Madrid un puente a una hora comprometida... y hacía calor, si habrías las ventanas te comías el polvo de las calles.... Pero bueno fue curioso, vimos gente en los mercados, barriendo el polvo de las calles, gente que se acercaba al bus a venderte cosas, fruta, bebida, etc. Nos costó bastante salir de la ciudad. E se durmió antes de salir y pasó bastante tiempo dormida, la mayoría del viaje. No íbamos muy delante en el bus lo cual no fue muy grato para MA.
Y de repente paramos para comer a mitad camino. Buffet libre incluído en el billete. Bueno la bebida no, pero no era como en Holanda, que cuando vas a un sitio en el que la comida es barata no puedes permitirte el lujo de pedir bebida porque te van a pedir un riñón por ella, y claro por supuesto nunca llegaría a la exageración de 5€ por una caña (os imaginaís 500 rupias... si con eso vives varios días). S, M, y E comieron mientras MA se dedicó a investigar la zona, husmeando entre la hojarasca y hacer fotos varias, ya que no quería meter algo en su estómago para que acabara saliendo de nuevo por el mismo orificio que entró.
Y después de largas horas de viaje llegamos a Pokhara, tras la descoordinación inicial que habíamos tenido, no sabíamos si A. sabía cuando llegábamos, no sabíamos donde se alojaban, y no había internet en Kathmandú (por aquello de a grandes males grandes remedios, cortamos los cables y ya está), bueno en realidad S y M sí sabían donde se alojaban pero bueno... descoordinación inicial. Pues tras la descoordinación inicial, todo salió perfecto, A había mandado a un taxista a buscarnos (como indicación tenía que éramos dos chicos y dos chicas y uno de los chicos tenía el pelo y la barba largas), así que no tuvimos ninguna complicación, llegamos al hotel de Pokhara, y nos dejamos llevar a sitios por ellos que ya llevaban allí más días, ahora eran ellos nuestros guías experimentados.
Cenamos en un restaurante muy familiar, pescado fresco del lago y momos (comida típica de Tibet), que estaban muy ricos, y otras delicias. Nos contaron algunas de las fascinantes historias de sus 4 meses en India, increíble. El sitio donde estábamos cenando, en una mesa que estaba medio en la calle, y en la parte de atrás la casa de los dueños, de hecho ua niña (la hija?) salía constantemente y estuvo allí con nosotros, estuvimos bromeando y jugando con ella. ¡Genial!. Parte de los mejores recuerdos del viaje son los que compartes con la gente de allí.
Después fuimos a un bar que estaba cerca de nuestro hotel, llegamos tarde al hotel y ya estaba cerrado, pero no importaba porque teníamos a nuestro pequeño tulpa (que ya habían adquirido los que ya estaban allí) que nos abría la puerta a la hora a la que llegáramos. Fue el único día que fuimos a un bar, en plan a tomar algo, sin más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario