3 de julio de 2009

2 de abril de 2008: día en Pokhara

Este día todavía nos quedábamos en Pokhara, a conocer un poco la ciudad, el resto para cuando volviéramos de nuestra ruta por los Annapurna. El barrio turístico, muy cerquita del lago, era un remanso mucho más pacífico que el de Katmandú y unía por igual turistas de a pie y avezados (o supuestamente) montañeros.
Allí A., R., X y cía ya se conocían la zona y parecían muy cómodos. Tras su agonía vegetariana en Vrindabán, donde no sólo eran vegetarianos sino que a demás prohibían las zanahorias, cebollas y otras horalizas por considerarlas malditas (ver leyenda), no dudaban en acudir al más caro de los restaurantes locales a pedirse chuletones de medio kilo para cenar (500 rupias).

Nuestra primera compra fue una falda (500 rupias sin regatear, nos podía haber costado mucho menos).
La zona parecía interesante así que decidimos conocerla en bici. E. nos sorprendió eligiendo una llamativa bicicleta rosa con cesta pero que resulto ser la que mejor funcionaba (el ojo clínico conseguido en Ámsterdam). El resto tuvimos que tomar duras decisones (¿es mejor un solo pedal o una cadena floja? ¿es mejor que el manillar esté suelto o el sillín?) y partimos a la aventura.
Primera parada: la oficina de turismo. Necesitábamos pases para la ruta de los Annapurna, había que llevarlos todo el camino y pasar a sellarlos por determinados puestos.
Pero claro, al poco de llegar comenzó a llover de forma torrencial y estuvimos un buen rato con las tramitaciones porque no estábamos todos los del grupo y eso suponía una irregularidad pero al final nos dejaron, pero tuvimos que ir a por fotos y documentos, y al final con todos ellos llegó MA casi cuando estaban cerrando, empapado y con barro hasta las cejas, pero bueno lo conseguimos.
Estos trámites podían hacerse también en la ruta, pero era mucho más caro, así que lo dejamos todo solucionado antes de salir. Con todas las tramitaciones descubrimos otra similitud entre Holanda y Nepal, las fotos de carné tienen el fondo gris, las nuestras eran holandesas y las de los demás españolas, así que tenían el fondo blanco, cuando vieron las nuestras les hizo ilusión porque eran como las suyas.

Tras esquivar coches y búfalos de agua en la carretera, nos internamos por caminos rurales entre arrozales bordeados de bosque, un bosque que respiraba y vibraba conforme anochecía. Pasamos por un pequeño barranco y cruzamos nuestro primer puente colgante.
Una cosa que tenían de especial las bicis es que frenaban al revés que en España, el freno derecho era el de delante y el izquierdo el de atrás, a nosotros no nos costó acostumbrarnos, así frenan las bicis en Holanda, las que no frenan tirando los pedales hacia atrás.
Justo antes de regresar, decidimos ver una cueva con una cascada, en la que había muerto uan turista llamada Devi tras una crecida. La cueva estaba cerrada y había que pagar (100 rupias) mas la propina del guía. Según bajamos, había (como en todas partes) varios altares religiosos que había que pasar por la derecha. El primero de ellos, en una gruta paralela recubierta de cemento, era para la fertilidad y acudían mujeres que deseaban un hijo.
Aunque iban a cerrar, el guía nos dio suficiente tiempo hablando con los guardas. El recorrido bajaba a través de amplias cavidades y se abría en un gruta de gran altura, una grieta gigantesca que se abría al cielo y por el que discurría la cascada.
En la cueva había bastante basura, lo que según el guía, era por los turistas indios (resentimiento?). También nos contó algunos acrónimos (NEPAL: Never Ending Peace And Love; INDIA: I Never Do It Again) y que a pesar de que los budistas e hinduístas se llevan bastante bien, hay mal rollo con los musulmanes, que pasan los hitos y lugares sagrados circuambulando en sentido contrario a las agujas del reloj, o sacrifican animales también de la misma forma.
Como iban cerrando, apagaron las luces, quedándonos a oscuras de no ser por las infalibles luces de las bicicletas de Ámsterdam: pequeñas, manejables y bastante brillantes.


Tras la visita y la propina (300 rupias del bote) regresmos al hotel, durante el cual las bicis empezaban a desmontarse por el camino, tuvimos dos bajas, así que parte de la expedición volvió andando remolcando sus bicis, mientras el resto nos adelantábamos, a contarles a los de la tienda de las bicis lo que nos había pasado, y que llegaríamos más tarde de lo acordado. Pedimos un taxi en el hotel, que fuera a buscar a los que volvían remontando sus bicis y luego discutimos “amistosamente” con los de la tienda si les pagábamos la bici que dejó de funcionar o no (eran solo 50 rupias pero con ello se jugaba aparentemente el orgullo, adquirido sobre todo por los que pasaon por la India, de no ser explotado turísticamente como recurso. Les dejamos claro el problema, y tras discutir con toda la familia, les pagamos. Fue una situación extraña, toda la familia trataba de separarnos y discutirnos, mientras que nosotros solo tratabamos de parecer razonables y hablábamos cada vez más bajo. Cuando les dimos las 50 rupias que faltaban, la tensión desapareció, como que habíamos sido actores todo este tiempo y nos sonrieron y nos dieron las gracias).

Cenamos en un sitio algo más carillo, en el que había carneee… y compramos algunas cosillas para la ruta que empezábamos al día siguiente. Luego, nos fuimos a preparar las mochilas para la ruta, y a dormir, que madrugábamos, ¡teníamos que salir a las 7 de la mañana!

1 de abril de 2009

1 de abril de 2008: Viaje a Pokhara

Ha pasado un año ya, un año desde que estábamos por aquellas tierras, cómo pasa el tiempo...y ya que teníamos esta entrada preparada, me ha parecido un buen momento para publicarla, precisamente hoy, ya que al darme cuenta de la fecha, he pensado... mmm hace un año estábamos yendo a Pokhara, ¡qué cosas!. Habíamos pensado hacer las entradas, de un modo neutral que no se notara si el que escribe la entrada de base es MA o soy yo, porque, hasta que no están completamente revisadas por los dos y los dos estamos de acuerdo, no se publica nada; pero bueno me vais a permitir tomarme la licencia de esta breve introducción, la entrada en sí, sigue el patrón de todas las demás.


Pájaros exóticos y ajetreo en las calles anunciaban un nuevo día en Kathmandú. Teníamos un largo viaje por delante.
Elegimos los autobuses-para-turistas, una alternativa un poco más cara pero sustancialmente más cómoda a los autobuses normales, en los que se enlataba el grueso de la población. Tenían aire acondicionado (ventiladores) y eran más cómodos, te asegurabas plaza, y no ibas a compartir sitio con una cabra. Así que a todos nos pareció mejor opción, a todos... bueno no a todos, MA hubiera ido con la cabra encantado, total ya había convivido con gallinas en hospitales al otro lado del charco. “Sabor popular”, suspiraba. Cómo cambiaría nuestra mentalidad en un mes: ¡con lo bien que se viaja en el techo! (pero esta es otra historia y deberá ser contada en otro momento). Al levantarnos E. fue al baño y vio la cucaracha más grande y bonita que había visto en su vida.

Con todo preparado nos fuimos hasta la estación. Nos esperaban 9 horas de viaje en autobús, para recorrer apenas 200 km. Entre otras cosas en el precio del bus de los turístas viene incluído un litro de agua, que nos dieron al llegar a la estación. También nos ofrecieron un té.

La salida de Kathmandú fue leeennntaaaaa, mucho tráfico, peor que salir de Madrid un puente a una hora comprometida... y hacía calor, si habrías las ventanas te comías el polvo de las calles.... Pero bueno fue curioso, vimos gente en los mercados, barriendo el polvo de las calles, gente que se acercaba al bus a venderte cosas, fruta, bebida, etc. Nos costó bastante salir de la ciudad. E se durmió antes de salir y pasó bastante tiempo dormida, la mayoría del viaje. No íbamos muy delante en el bus lo cual no fue muy grato para MA.

Y de repente paramos para comer a mitad camino. Buffet libre incluído en el billete. Bueno la bebida no, pero no era como en Holanda, que cuando vas a un sitio en el que la comida es barata no puedes permitirte el lujo de pedir bebida porque te van a pedir un riñón por ella, y claro por supuesto nunca llegaría a la exageración de 5€ por una caña (os imaginaís 500 rupias... si con eso vives varios días). S, M, y E comieron mientras MA se dedicó a investigar la zona, husmeando entre la hojarasca y hacer fotos varias, ya que no quería meter algo en su estómago para que acabara saliendo de nuevo por el mismo orificio que entró.


Y después de largas horas de viaje llegamos a Pokhara, tras la descoordinación inicial que habíamos tenido, no sabíamos si A. sabía cuando llegábamos, no sabíamos donde se alojaban, y no había internet en Kathmandú (por aquello de a grandes males grandes remedios, cortamos los cables y ya está), bueno en realidad S y M sí sabían donde se alojaban pero bueno... descoordinación inicial. Pues tras la descoordinación inicial, todo salió perfecto, A había mandado a un taxista a buscarnos (como indicación tenía que éramos dos chicos y dos chicas y uno de los chicos tenía el pelo y la barba largas), así que no tuvimos ninguna complicación, llegamos al hotel de Pokhara, y nos dejamos llevar a sitios por ellos que ya llevaban allí más días, ahora eran ellos nuestros guías experimentados.

Cenamos en un restaurante muy familiar, pescado fresco del lago y momos (comida típica de Tibet), que estaban muy ricos, y otras delicias. Nos contaron algunas de las fascinantes historias de sus 4 meses en India, increíble. El sitio donde estábamos cenando, en una mesa que estaba medio en la calle, y en la parte de atrás la casa de los dueños, de hecho ua niña (la hija?) salía constantemente y estuvo allí con nosotros, estuvimos bromeando y jugando con ella. ¡Genial!. Parte de los mejores recuerdos del viaje son los que compartes con la gente de allí.

Después fuimos a un bar que estaba cerca de nuestro hotel, llegamos tarde al hotel y ya estaba cerrado, pero no importaba porque teníamos a nuestro pequeño tulpa (que ya habían adquirido los que ya estaban allí) que nos abría la puerta a la hora a la que llegáramos. Fue el único día que fuimos a un bar, en plan a tomar algo, sin más.

29 de marzo de 2009

31 de marzo

Tras dormir una noche más en nuestro hotel en Tamel, AcmeGuestHouse, acompañados para dormirnos de Dire Straits y otras canciones que sonaban en los bares de alrededor, despertábamos de nuevo en la convulsa Kathmandú. Nuestro último día por el momento.

Hoy llegaban S y M, tras su largo viaje (un poco más corto que el nuestro) con escala en Qatar.Alguien de la recepción del hotel nos golpea la puerta. Nuestros amigos ya habían llegado y que estaban abajo esperando a que les dieran las llaves y estas cosas. Así que bajamos, y desayunamos todos juntos, té nepalí y unas tostadinas. Además nos dijeron que por fin teníamos libre la habitación que nos debían de haber dado el primer día y nos podíamos cambiar, el francés ya se había ido. Así que después de desayunar S y M subieron a su habitación a acomodarse un poquito, y nosotros nos cambiamos de habitación.

Después de esto nos fuimos un poquito de vuelta turística, esta vez nosotros hacíamos de “guías experimentados”, dando consejos y todo: “antes de salir a la calle, coged aire, no miréis hacia atrás y seguidnos, si os paráis oleran vuestro desconocimiento e intentarán venderos sus servicios...” (es una dramatización, pero al principio te sientes un poco así).

Bajamos hacia la plaza Hanuman Dohka, se hicieron los pases para poder ir todos los días que quisiéramos, y nosotros modificamos los nuestros (nos los habían hecho sólo hasta ese día, pero íbamos a volver a la ciudad a finales de mes, así que nos hacía falta alargarlo para que nos dejaran entrar cuando volviéramos).

Después de ver la plaza, lo cual lleva bastante tiempo, porque por muchas veces que vayas nunca acabas de verla... [inciso: espinita clavada en el corazón, haber visto la plaza a eso de las seis de la mañana, ya era de día, y fijo que no había tal hervidero de gente, tenía que ser una pasada, se nos ocurrió hacerlo el último día, pero la fiebre y dolor de varias cosas de E impidió que la visitaramos], les hicimos un tour similar al del día anterior, para que S y M conocieran esa parte de la ciudad, sin alejarnos tanto como el día anterior, ya que no pretendíamos llegar hasta el templo de los monos, eso lo dejaríamos para cuando volvieramos con los que nos esperaban en Pokhara.

Volvimos a comer al hotel, y después de comer y que ellos descansaran un poco, después de un viaje tan agotador empezar a recorrer un mundo desconocido sin haber dormido no es muy alentador por mucho que te lleven y te dejes llevar.

Por la tarde fuimos al banco al Himalaya Bank para que ellos cambiaran dinero “por lo legal”, como pone en la Lonely Planet, para que te den un papelito que te hace falta para cuando te vayas, porque sólo te volverán a cambiar a euros un porcentaje de todo el dinero que hayas cambiado tú durante tu estancia. Hicimos el cambio y cuando ya nos habíamos ido del banco nos dimos cuenta que habíamos ido allí a por el dichoso papel y nos habíamos marchado sin él. En fin...

E intentaba contactar con sus padres ya que tenía unas cuantas llamadas perdidas suyas y de un número desconocido, finalmente lo consiguió y no fue nada. Nunca más volvimos a cambiar al banco, el cambio te sale peor y sólo fuimos por el papel que no obtuvimos, y nunca tuvimos problema alguno. Nosotros volvimos al sitio donde habíamos cambiado el dinero el primer día, porque nos habían dado varios billetes de 1000 y sabíamos que estos billetes eran difíciles de cambiar por la montaña, y al día siguiente nos íbamos a Pokhara para empezar nuestra marcha por los Himalaya, así que necesitábamos billetes más pequeños. [Breve inciso para recordar que 1000 rupias nepalís son 10€]. Volvimos allí, y el señor que nos atendió la otra vez no estaba, pero no nos pusieron ninguna pega, le explicamos la situación y nos cambió los billetes grandes por otros más pequeños, a la luz de una tenue vela (como muchas tardes en que cortan la electricidad en Katmandú), lo que a unos europeos acostumbrados a tramitar las cosas de dinero en lugares amplios, relucientes y llenos de fluorescentes les puede resultar un poco chocante...

Pero todo salió bien, y sin problemas, es la buena fé de la gente la que hace que las cosas salgan bien y no las brillantes salas llenas de fluorescentes.

Tuvimos que pagar el hotel, y los billetes a Pokhara que nos los tramitaron los dueños del hotel, lo hicimos ese día porque al día siguiente madrugábamos para marcharnos a la ciudad de los lagos.

25 de noviembre de 2008

30 de Marzo

E. seguía con algo de jetlag, no le afectó mucho pero algo... nunca se sabrá si fue jetlag o mal dormir en el aeropuerto de India y un largo viaje, pero los días iban pasando, y todavía le costaba levantarse. Sorprendentemente MA quería levantarse antes que ella, estaba despierto y quería ir a descubrir ese evocador país en el que permanecerían durante casi un mes:

MA: “¿E nos levantamos?."
E: “¿Qué hora es? Tengo sueño, estoy cansada, ¿por qué te quieres levantar ya si a ti te encanta dormir?.”
MA: “Porque uno duerme en casa, no se viene a Nepal a dormir.”
E: “Tienes razón pero sólo un poquito más.”

Dormimos un poquito más. Bajamos a desayunar al restaurante del hotel, un aromático té de especias con leche: té nepalí (próximas entregas).

Visitamos de nuevo Durbar Square, y desde allí recorrimos otros barrios por los que no habíamos estado. Bajamos por la calle de los hippies: Freak street, , que la verdad no lo parecía mucho, y descubrimos el padre de los Space Invaders era brutal, como podéis ver en la foto. Es un movimiento curioso, nos los hemos encontrado en Bélgica, Alemania, Holanda, y ahora... ¡en Nepal!


Estos barrios eran más tranquilos, podías ir por la calle sin el agobio de los cazaturistas que querían hacer de guía o venderte algo, allí podías pararte tranquilamente sin miedo. Incluso estuvimos un buen rato sentados en la parte de arriba de un templo, observando la ciudad, descansando un poquito, integrándonos en el ambiente... Corría algo de brisa.


Decidimos ir a visitar el templo de los monos, Swayambunath, íbamos un poco por intuición, sólo sabíamos que estaba a unos 3 ó 5 kilómetros según fuentes, y que estaba al oeste. Habíamos leído que se podía ir en rickshaw o en taxi por unas pocas rupias (a regatear); pero qué me estás contando, si sólo son entre tres y cinco kilómetros vamos andando.... Dimos una gran vuelta hasta llegar al lugar. Según nos empezamos a alejar del centro de Kathmandú, llegamos a un río pestilente (posiblemente sagrado) de orillas orladas de basura. El hedor era insoportable y tras cruzarlo parecía que estábamos en los suburbios más chungos de la ciudad, perros y cuervos rebuscando entre la basura y la miseria. MA: “¡qué bah!, mira salimos a esa calle que viene más gente y ya está”.

Ya en la calle en la que venía más gente, el ambiente era distinto, los bajos de las casas eran tiendas, algunas de ellas asimilables a ferreterías, textiles, etc, me recuerda a un pueblo de la castilla profunda hace unas cuántas décadas... Seguimos andando, y la calle nunca acababa, parecía que nos iba a llevar al fin del mundo y lejos de nuestro destino, E estaba cansada, no habíamos comido, así que compramos algunas cosillas para no morir de inanición y aprovechamos a preguntarle a un señorín. Íbamos bien.
Finalmente, trás mucho caminar, pasar una base militar (que dio un poco de mal rollo con alambradas y todo), ver filas, perfectamente formadas, de escolares en uniforme que se dirigían a algún lado con sus profesores, llegamos al conjunto de templos, anclados en la montaña donde montones de coloridas banderas de oración lanzaban silenciosas plegarias al viento.


Habíamos leído que si subes por una entrada lateral te librás de pagar, y por esa fuimos, la encontramos, y allí estuvimos. En la preciosa estupa, o las preciosas porque hay varias. Allí alimentaban a los monos Rhesus (Macaca mulatta, en el que se descubrió el factor Rh sanguíneo), y nos hinchamos a hacer fotos de monos. Vimos la contaminada y caótica Kathmandú con su nube envolvente de polución desde allí.


Allí, alejados del bullicio y rodeados de templos, vimos gente en la calle cenando y cantando, y rezando, y en silenciosa meditación. Parecían tanto hindúes como budistas.
Entre el dulzón ritmo de los devotos, el sol del atardecer y la cena en hojas de banano parecía el lugar ideal para pasar la tarde.


Los monos daban buena cuenta de las sobras.


El inicio del atardecer desde allí fue maravilloso. Bajamos por la misma salida, vimos como un niño al ver de repente un mono macho, que le había pasado desapercibido, se asustó, y el mono al notarlo se fue a él con mala leche, sacando los dientes y mostrando los párpados rosas, pero el niño nepalí iba con su abuela (dedución por edad) y ésta ahuyentó al mono.



Ahora teníamos que volver al hostal, y se nos iba a hacer de noche fijo, y no hay luces, menos mal que la luz de la bici nos acompañaba en todo momento, pero llegar a Tamel de noche es un infierno, no perderte es casi un milagro, al menos al principio, hasta que lo conoces; de echo la noche anterior ya nos habíamos perdido. Además, a saber por dónde había que ir, creo que también dimos más vuelta de la debida, pero ya no hacía tanto calor, y habíamos descansado en el templo, lo peor fue volver a cruzar el río y esa zona, ahora no parecía tan chunga, pero el polvo y la contaminación (pese a que el río olía menos) eran brutales, ahí es cuando entendimos porque en algunas guías de viaje recomiendan ir a Kathmandú con mascarilla, cosa que nos pareció excesivo, pero en ese momento al menos un pañuelo se hubiera agradecido.

Y así, después de cenar-comer, acabó un día más, el último día que pasaríamos solos en Nepal.

11 de septiembre de 2008

Unas pocas palabras en nepalí

Nepalí (¿nepalés?), es lo que se habla en el país en el que íbamos a estar casi un mes.
A pesar de ser el lenguaje oficial, es hablado sólo por el 60% de la población (había muchos idiomas minoritarios raros).
Es hablado por unos 40 millones de personas pero sólo 16 millones como lengua materna, lo que lo sitúa en... el quincuagésimo sexto (56º?) puesto, entre el griego y el húngaro (como ejemplos europeos).
La escritura, algo rara (como podéis comprobar en la foto de la cabecera del blog , donde pone Nepal en nepalí) utiliza el alfabeto devanágari, similar al de India, que significa de la ciudad de los dioses. Tienen un montón de sonidos consonánticos y vocálicos como podéis ver en esta tabla... o sea, una rayada para aprenderlo.

Pero bueno, al menos sabíamos distinguir los números, porque los números también son distintos. Si bien es cierto que en la mayoría de los sitios estaban en alfabeto-turista. Era curioso en las matrículas de los coches, en algunos venían los dos tipos de números, por lo que podías autoexaminarte mirando sólo a los nepalís y luego comprobabas a ver si habías acertado.Vocabulario, no aprendimos mucho, algo básico, saludar y dar las gracias en el idioma de allí, era lo menos que podíamos hacer, así que:

1.- Namaste (नमस्ते): se han de juntar las manos (como que fueras a rezar) y bajas un poco la cabeza. Esta palabra fue la que más repetimos en las cuatro semanas que estuvimos allí. Teníamos regla nemotécnica, gracias a Tj, obviamente namaste es "no más té", y como allí se toma poco...
Se usaba también como despedida y existía la versión más formal Namaskar.

Pero ésta última no era suficiente para los sadhus (hombres santos) a los cuales se les tenía mucho respeto a pesar de vivir como indigentes y mendigar comida. A ellos se les decía Om Baba u Om narayah que significa... bueno, Baba significa padre, narayah todos los dioses, y sobre Om se han escrito libros enteros. En general representa el todo, unidad... o algo así.

2.- Dhanebad: ésta nos la solían entender peor, pero también teníamos regla nemotécnica, esta gracias a E., es "va a nevar", cuando estábamos llegando a Kathmandú, en el avión dijeron las típicas cosas que dicen en todos los vuelos, como dar las gracias por haber escogido su compañía, y cuando lo dijeron en nepalí, E. entendió "va a nevar" y le dijo a MA: "han dicho va a nevar, ¿lo has oído? está bien claro", a lo que MA dijo: "sí, sólo que han dicho danevat que es gracias", "ah, vale" contestó E.

Y hablando de palabras que suenan parecidas al español... un día por las montañas oímos a un niño que nos dice disculpe, y nos quedamos a cuadros, obviamente no podía estar diciendo eso, pero qué nos estaba diciendo... Nos costó darnos cuenta que lo que decían era school pen, y que no quería más que un boli para ir al colegio.


A parte de eso:

Dal Bhat.- Lentejas (con) Arroz
Pani.- Agua
Tatopani.- Agua caliente (nombre de un pueblo con aguas termales)
Kukur.- Perro
Biralo.- Gato
Sanchai cha?.- ¿Qué tal?

etc. etc.

10 de agosto de 2008

29 de Marzo de 2008

El barrio donde se ubicaba nuestro hotel era un hervidero de turistas, en general perrofláuticos atemperados o "alternativos". Rastas y camisas de cáñamo con los ojos de Buda estaban a la orden del día. Entre estas laberínticas y atestadas calles, los cazadores de turistas, una oleada de vendedores ambulantes, supuestos guías y organizadores de excursiones. Descubrimos las maravillosas virtudes del bálsamo de tigre, esa pasta similar al Vix Vaporub, pero que además limpia las fosas nasales, rejuvenece la piel, elimina malos olores, atrae la suerte y tonifica la musculatura. Es la nueva Panacea (despúes de la baba de caracol que repara el ADN y el aloe vera). Y había flautas como la que tocaba Krishna, hechas con madera de sándalo (¿o madera normal barnizada?), y todos nos querían enseñar la ciudad, y no podías pararte porque eras un blanco fácil. Recogimos montones de tarjetas de guías locales y organizadores de excursiones, y por fin, llegamos a la plaza Durbar (o Hannuman Doka), donde por ser extranjeros, tuvimos que pagar (no importa, tampoco se paga mucho, y la verdad es que la plaza es una auténtica pasada, es patrimonio de la humanidad de la UNESCO, y con una vez que pagues puedes entrar indefinidamente durante todo el tiempo que estés allí, así que de algún modo hay que ayudarles a mantener aquello, que no tiene que ser barato, porque la concentración de templos, y el detalle que tienen es brutal). Y allí, en la taquilla voces que suenan familiares, no eran españoles, eran una pareja de muchachas holandesas.
De día la cosa cambia, innumerables templos-pagoda de enmarañadas tallas en madera, dedicados a innumerables dioses de innumerables brazos aparecían por doquier. Al fondo, entre la contaminación, las montañas. La gente se subía a la parte de arriba para alejarse del bullicio y recibir algo de aire fresco, y allí estaban.
El ambiente era agobiante, los vendedores y guías nos perseguían, y nos daba corte subirnos a los templos porque parecía que sólo los locales lo hacían. Nosotros éramos extranjeros y aún no sabíamos cómo les sentaría que nos subiéramos a sus lugares sagrados, como si fueran una atracción. Además, era importante recorrerlos en sentido horario y a veces era complicado si te encontrabas entre dos templos...
Tras visitar el centro y regresar al hotel para alejarnos del bullicio (y comernos los bocadillos que aún quedaban en la mochila), decidimos visitar Pashupatinath, un lugar sagrado en las afueras que consta de:
1) Crematorios en fila para clase alta y el resto, con salida al río Bagmati (subafluente del Ganges) Inciso: curiosamente, los crematorios de los ricos estaban más aguas abajo.... Se nos olvidaba mencionar que en la tradición hindú el ritual funerario incluye cremación excepto en los casos de mujeres embarazadas, Sadhus (hombres santos) y leprosos (mmm) que son arrojados al río sagrado sin incinerar. El río despide un olor profundamente hediondo y el agua es espesa y turbia. Bolsas de basura enganchadas en las orillas dibujan el cauce... ¿cómo será la situación más cerca de la desembocadura?
2) Casa de los ancianos donde los ancianos que piensan que van-a-morir pronto se van-a-vivir hasta que les llegue el momento para estar cerca del lugar sagrado.
3) Templo donde sólo permiten la entrada a hindúes, de doradas paredes y tejados. Según la tradición, cuando aquel lugar sólo era bosques y prados, un pastor notó que una de sus vacas dejaba de dar leche, y tras seguirla por el bosque, descubrió que al llegar a una roca, las ubres se vaciaban sobre ésta, de forma misteriosa. El hombre, irritado, partió la roca con un martillo, la cual empezó a sangrar. En ese momento, el monarca despertó de una pesadilla que le indicó que tenía que encontrar la roca sangrante y edificar el templo sobre ella. Al parecer la roca sigue dentro, pero ya no sangra.
4) Sadhus u hombres santos (no sabemos si de verdad o más para turistas), uno de los cuales se alimenta exclusivamente de leche desde hace 30 años. Su historia está pintada en los muros con modernos graffiti y puedes ver cómo se bañó en un lago sagrado, fue a un templo sagrado, meditó en una roca sagrada... a él lo representan de color lechoso (¿lácteo?) en contraste con la piel más morena de los hindúes, pero como no estaba en casa, no pudimos verlo...


Pashupatinath es el espiritú guardian y el templo más sagrado de Shiva en Nepal. El nombre significa el señor de todos los seres vivos del universo, de las palabras Pashu: seres vivos, y Pati: señor.

30 de junio de 2008

28 Marzo 2008

Recién llegados desde India, con mucho cansancio acumulado, cogimos el taxi que nos tenía que llevar a nuestro hotel. Menos mal que ya teníamos hotel, si tenemos que empezar a buscar un hotel, en un país con costumbres tan distintas, sin conocerlas, y habiendo dormido poco, la odisea hubiera sido mayor.

Tomamos un taxi de prepago, también por evitar ardúas negociaciones con los taxistas, total eran 400 Rupias, o sea 4 €. Íbamos en una furgonetilla roja, primera sorpresa, se conduce al revés que aquí, así que el volante está en lo que estamos habituados sea el lado del copiloto. ¿Dónde os tengo que llevar? pregunta el taxista, "A el hotel Acme Guest House, en Thamel". Parece ser que, aunque no nos lo dijo, no tenía ni idea de dónde se encontraba este hotel, Thamel sí claro, todo el mundo sabe dónde está ese barrio, es donde están todos los turistas, pero el hotel concretamente, no le importó mucho, tiró hacia el barrio, ya encontraría la forma de llegar preguntando de aquí para allá.

Empezamos a recorrer las calles de Kathmandú, y a notar en nuestros propios cuerpos que allí son un poco conductores suicidas, y que usar el claxon es signo de educación, pero esto es otra historia y deberá ser contada en otro momento.

Supongo que la primera impresión de la ciudad, teniendo en cuenta lo cansados que estábamos variará bastante de uno a otro, porque tenemos formas muy distintas de tomarnos las cosas.

Dios mío está ciudad es completamente caótica, a la par que contaminada, mira hay tierra por todas partes y la gente vive en la calle, se mezcla la basura con lo que no lo es, la gente con los animales, me desborda, es muy distinto a lo que nunca he visto, bueno supongo que MA se lo tome de otra manera, ha estado en Panamá, en medio de la selva, pero cómo puedes aguantar viviendo en un sitio así...

Qué guay, ¡es como Panamá pero en limpio! ¡Y mira las vaquitas qué majas!
Mmm creo que me estoy mareando un poquitillo... ¿de dónde demonios se bajan estas ventanillas?



La verdad, es que mi visión de las cosas cambió completamente en seguida, y ya no te cuento a lo largo del mes, es un país encantador, y aunque sí, Katmandú es una ciudad caótica, y contaminada, no importa, aprendes a sobrellevarlo, y los agobios del principio pronto desaparecen y te sientes uno más dentro del caos.

Bien tras mucho preguntar, y obtener respuestas más o menos válidas, llegamos a nuestro hotel, en el corto camino que teníamos que recorrer hasta llegar a la puerta, nos asaltaron varias personas ofreciéndonos de todo, incluído alojamiento, guías de trekking, lo que sea.

Llegamos al hotel, al interior, y nos atendió un chico muy majo que la verdad no volvimos a ver muy a menudo, nos ofrecieron un té nepalí, el cual nos sentó como agua de mayo, y ¡qué rico estaba! se convirtió en bebida oficial, había que aprovechar mientras estábamos allí que lo podíamos tomar, y por supuesto, parte de nuestros dos kilos de té que nos hemos traído son de té nepalí.

Primera cosa que descubres que varía entre allí y aquí. "Lo sentimos no podemos darles la habitación que tenían reservada, porque la persona que estaba no se ha ido todavía, suponemos que se marcha mañana por la mañana, así que os podréis cambiar mañana. Habíais reservado una habitación doble con baño compartido, pero tenemos muy pocas habitaciones que cumplan esas características, sólo tres, así que os podemos ofrecer una con baño propio, espero que no os suponga mucho trastorno, lo único que esta habitación es algo más cara" No nos supuso mucho trastorno, la habitación costaba como el doble, pero bueno, por supuesto la tuvimos que pagar a lo que era, eso de pagar la que teníamos contratada no, allí las cosas funcionan de otra manera, menos estricta, más relajada, nos iríamos acostumbrando; suponía pagar 4 € en vez de 2, por persona, así que no era mucho trastorno, por un par de días... Sí todavía lo pasábamos todo a €, aprenderiamos que no es lo que había que hacer, si lo pasas a euros pagas lo que te pidan, no te parece caro, hay que manejarse con las rupias.

Así que subimos a la habitación, y descansamos, que falta nos hacía, accionamos el aire acondicionado, era lo que ponía en la página de hostelworld que tenían, así que supusimos que el ventilador del techo era el aire acondicionado. Y dormimos un rato.

Para cenar, bocadillos, si habíamos sido previsores y llevado comida para todo el día y pico que duraba el viaje, la cual no usamos porque nos dieron de comer en todos los vuelos, por tanto, teníamos comida, no había necesidad de ir a buscar un sitio.

Bajamos y preguntamos por a conexión a internet, "No, lo siento no funciona, está habiendo problemas, espero no tarden en solucionarlos". Natural que esté habiendo problemas, hemos olvidado mencionar que de camino al hotel, un camión se había atascado en unos cables, y la solución fue... ¡cortar los cables! a grandes males grandes remedios.

Después de cenar, y ya anochecido salimos a la calle a dar una vuelta, no había luz, sólo la que venía de las tiendas que tenían generador propio, y así sumidos en una gran oscuridad llegamos a la plaza Durbar o Hanuman Dhoka, patrimonio de la humanidad. Muy despistados, aunque íbamos con un guía de estos que se te ofrecen, no nos vino mal, porque una ciudad totalmente desconocida, de noche y sin luz, aprendimos la valiosa lección de no dejar nunca la luz que llevábamos en el hotel, la luz de la bici de E.

De vuelta al hotel tomamos un té con este señorín, en un bar muy chulo, que nunca más conseguimos encontrar entre los miles de sitios que hay en Thamel.

Y acabó así el primer día en Kathmandú. A la cama y mañana será otro día.